El filósofo y crítico alemán participó de una charla organizada en Buenos Aires para pensar el rol del archivo digital para garantizar la trascendencia del artista.

  • Por Bibiana Ruiz
  • Convivir con la pandemia se ha vuelto un habitar la digitalidad de forma casi permanente. En este contexto, fueron muchas las instituciones que debieron adaptarse a dialogar con sus interlocutores: desde los hospitales y las teleconsultas hasta los museos y las visitas virtuales, o desde la escuela y las clases por Zoom hasta las grandes ferias de arte y los recorridos de sus versiones online. Así, un token no fungible –-o NFT– de imágenes de Instagram reunidas en un collage fue subastado por Christie’s en 69,3 millones de dólares hace apenas unos días. La pieza, una imagen digital no material, parece marcar un cambio crucial para la industria y el universo artístico. ¿Qué pasa con la distribución del arte en este escenario? ¿Cómo es la relación entre productores y espectadores mediada por Internet y los dispositivos móviles? El archivo en su variante digital, ¿garantiza la trascendencia temporal del artista?
  • Sobre estos temas debatió el filósofo y crítico alemán Boris Groys el pasado 26 de marzo en el encuentro Archivo y utopía, organizado desde el Programa de Estudios Latinoamericanos Contemporáneos y Comparados de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref) en el marco de las actividades de los proyectos Trans. Arch y Archivo y Diagrama de lo viviente. El diálogo, que se llevó a cabo de forma virtual, contó con traducción simultánea y permitió que personas de distintas partes del globo pudieran seguirla en vivo y en directo e interactuar con el ensayista. La charla fue moderada por el escritor y catedrático argentino Daniel Link y contó con la participación de la artista visual Jazmín López y el escritor y docente Diego Bentivegna.
  • Desde Nueva York, el autor de Arte en flujo (Caja Negra, 2016) manifestó que la relación de Internet con los sistemas de archivo tradicional sigue siendo una pregunta abierta. “Internet es algo que se utiliza cuando estoy sentado frente a mi computadora, lo que significa que es un medio que solo me lleva a las respuestas a mis preguntas. Si hago clic, si busco algo, tengo una reacción inmediata. Es una máquina que reacciona, solo un espejo de mis propios intereses y deseos. Internet no puede mostrarme nada nuevo que yo desconozca, porque lo nuevo será inesperado, algo que no pedí. En Internet se está forzando nuestra voluntad: allí se puede sustituir el archivo de tipo tradicional pero de cierta manera se desarrolla una burbuja. Si uno vive en Internet, vive en una burbuja, la de nuestra propia subjetividad”.
  • Desde el MoMA, el Museo de Arte Moderno situado en Manhattan donde da clases, López quiso saber cómo los archivos pueden engendrar lo nuevo y cuál es la relación entre la utopía y lo nuevo, sobre todo si se tiene en cuenta que “el final de la historia ha sido secuenciado desde hace al menos ciento cincuenta años”. Es a partir de esta inquietud que Groys habla de la utopía como forma de historia y explica que tradicionalmente se la pensaba como un un modo de existencia inmutable, “una forma que transforma lo mortal en inmortal, lo temporal en eterno. Si se fijan en los principios del pensamiento utópico, se habla acerca de un proceso histórico, un proceso circular de cambios en las estructuras políticas del Estado, entonces vamos de la monarquía a la democracia y después a la monarquía nuevamente. Hay una evolución de las formas políticas que circula alrededor de ese estado ideal y es un intento de salir de ese círculo. En cierta forma, el concepto del final de la historia, como lo escribe Hegel, presupone que nuestra contemporaneidad también dura para siempre. No hay cambio porque el cambio es un efecto de la lucha por la liberación”. A su vez, el autor recuerda que la Revolución Francesa había mostrado que el mayor miedo era (y es) a la muerte: “Hay condiciones de ese abstracto, el miedo universal a la muerte, que son eternos. Entonces, si se habla del archivo, este siempre es un archivo histórico, porque son descripciones de ciertas descripciones históricas y en la utopía, por supuesto, algo como la contemporaneidad eterna, dicen algunos, algo que hace más difícil imaginar el fin del mundo”.
  • Por su parte, Bentivegna retomó las cuestiones surgidas en torno al archivo, sus posibilidades de registro y su relación con la vida como problemática, que es una parte importante de la reflexión que el filósofo plantea desde hace mucho tiempo. También resaltó que los trabajos de Groys vuelven en los debates contemporáneos y a partir de las discusiones políticas en torno a la vida y la pandemia. Además, destacó la resignificación de la reflexión en torno al museo como archivo en el contexto de virtualidad obligada y las medidas tomadas por las instituciones.
  • Si bien los archivos digitales llevan ya un tiempo con nosotros, es cierto que en esta época su trascendencia se ve resignificada. Groys dice que vivimos en un tiempo de confusión: “Cada vez somos más conscientes del efecto de que los objetos individuales por sí mismos no son obras”. Para saber qué son “tenemos que ver el entorno en el que funcionan. Heidegger habla de esto y el aura. Estamos interesados en el contexto específico de las obras de arte y las vemos en relación con ese contexto. Incluso si un curador toma una obra y crea una instalación utilizando documentaciones diferentes y junta todo, es una nueva obra de arte en la cual la obra tradicional es una parte. El curador crea su propia instalación artística utilizando elementos del archivo del museo, y lo hace abiertamente, utilizando las obras viejas de las colecciones del museo”. El crítico sostiene que este fenómeno es una confirmación del hecho de que el arte que vemos en el museo es arte contemporáneo: “No es arte clásico. Vemos instalaciones contemporáneas que utilizan arte más antiguo como un elemento integrado. Esa táctica se hizo posible después del arte conceptual de los 60 y 70, y me parece que se está expandiendo cada vez más”.
  • Justamente en Volverse público (Caja Negra, 2014), Groys habla de los cambios en las concepciones sobre el arte, las tecnologías y sus instituciones desde el modernismo del siglo XX hasta el desarrollo y la ampliación de Internet. En el encuentro, el autor reforzó que efectivamente todo se vuelve contemporáneo. “Tenemos una ilusión de que estamos viendo arte del pasado pero en realidad estamos viendo arte contemporáneo”. Si bien es cierto que el trabajo del artista puede alimentarse de cualquier temporalidad, incluso de lo contemporáneo, es imposible no interrogarse sobre los reservorios de memoria utilizados por los autores, puesto que además de conservar lo que ha sido dicho, pensado o hecho, los archivos son las máquinas que conectan la actualidad con el pasado y transportan el presente hacia el futuro.
  • A pesar de ello, en un mundo intervenido por el virus, las imágenes de colapsos sanitarios, hileras interminables de fosas recién cavadas y cargamentos de vacunas que se aplican contrarreloj llenan las pantallas y parecen lanzadas a imponer el imperativo de vivir el presente. Según el pensador, las personas están menos interesadas en el pasado y el futuro y es esa ideología de vida la que domina la consciencia contemporánea. “No es tan importante lo que uno hace, porque todo lo que uno hace de alguna forma desaparece; es importante que la raza humana viva. Hay mucha importancia que se le adscribe al pensamiento ecológico. La sobrevivencia del individuo, de la humanidad se ve en este momento como el objetivo máximo y la vida se ve como el máximo valor. Eso significa que uno no debe sacrificar su vida en pos de ningún objetivo, no debe hacerlo por una ideología, ni por política, ni religión, ni arte”.

BÁSICO

Boris Groys 
Berlín, 1947. Filósofo.

  • Es filósofo, crítico de arte y teórico de los medios, internacionalmente reconocido por sus investigaciones sobre el arte de vanguardia del siglo XX y los medios de comunicación contemporáneos. Estudió filosofía y matemáticas en la Universidad de Leningrado. Miembro activo de los círculos no oficiales de intelectuales y artistas de Moscú y Leningrado bajo el régimen soviético, emigró en 1981 a Alemania, donde se doctoró en filosofía en la Universidad de Münster. Desde entonces, desarrolló una intensa vida académica en la Escuela Superior de Diseño de Karlsruhe, la Academia de Bellas Artes de Viena y las universidades de Filadelfia, Pensilvania y Nueva York, entre otras. A la par de su trabajo académico, Groys es un destacado curador de arte. Entre sus libros más importantes se destacan Sobre lo nuevo: ensayo de una economía cultural, Bajo sospecha: una fenomenología de los medios y Obra de arte total Stalin.
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